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a male vendor at a vegetable stall in Nicoya chatting amiably with a centenarian Nicoyan lady

La península de Nicoya: una zona azul en Costa Rica donde abundan los centenarios

Con más de 40 personas mayores de 100 años, la península de Nicoya guarda muchos de los secretos para gozar de una larga vida.

El nuevo año siempre trae nuevos propósitos, y muchos de ellos suelen enfocarse en buscar prosperidad, salud y longevidad.

Es increíble que haya algunos lugares en el mundo cuyos habitantes gozan de una salud superior y una longevidad por encima del promedio mundial.

Conocidas como zonas azules, estas regiones son famosas por la edad de sus residentes: tienen una concentración inusualmente alta de centenarios (personas que viven hasta los 100 años o más).

Por lo general, esto se debe a una combinación de factores genéticos, ambientales y de estilo de vida, aunque las razones precisas de una esperanza de vida promedio tan larga aún no se comprenden por completo.

Hay cinco zonas azules reconocidas en todo el mundo: Cerdeña en Italia, la isla de Okinawa en Japón, Loma Linda en California, la isla de Icaria en Grecia y la península de Nicoya en Costa Rica.

Vivir en una zona azul a menudo significa tener acceso a una comunidad solidaria, un estilo de vida saludable y sostenible y, aún más importante, un gran propósito.

Todo esto se fortalece al tener relaciones cercanas con los miembros de la familia y al participar en actividades sociales regulares con amigos y vecinos. Es claro que el apoyo social puede ayudar a las personas a sobrellevar el estrés y mejorar su bienestar general.

nicoya costa rica

Vivir en Nicoya

Don Dámaso Mendoza es de la península de Nicoya, en el noroeste de Costa Rica. A sus 102 años, no es una excepción: más de 40 centenarios viven en el área y en 2020 fue el hogar de la mayor cantidad de centenarios en el mundo.

Si bien la mayoría de las personas a esa edad se enfocan en descansar, don Dámaso todavía disfruta de montar a caballo y pasar tiempo con sus nietos y bisnietos. Él comenta que, en gran medida, continúa viviendo su vida como siempre lo ha hecho.

“Para ser honesto, mi rutina no ha cambiado mucho. Es cierto que ya no puedo bailar tanto como antes pero todavía puedo caminar y alimentarme. Además, recuerdo los nombres de todos mis hijos y todavía puedo ensillar a Candelita, mi yegua. Me siento muy agradecido por eso”.

Esta es una actitud común entre la gente de Nicoya. Muchos de los residentes más longevos no creen que estén haciendo algo diferente o especial que los demás, simplemente toman cada día como viene.

“Es un estilo de vida”, dice don Dámaso. “Aquí la vida va despacio y no tenemos prisa. El campo es nuestro mejor amigo y aprendemos a leer las señales de la naturaleza”.

“Confiamos en el sol para cuidar a nuestros animales y sabemos reconocer cuándo llegará la lluvia para nutrir nuestros cultivos. Criamos a nuestros hijos con paciencia, enseñándoles cosas que solo aprenderán en casa. Cocinamos y preparamos lo que nosotros mismos cosechamos, ¡y también nos reímos mucho!”.

A lo largo de la conversación con don Dámaso, noto que sus palabras son ciertas. Sus manos, que reflejan su edad, sostienen un sombrero blanco, y su sonrisa desdentada no se ha desvanecido ni por un momento durante nuestra conversación.

Los nicoyanos tienen una dieta basada en arroz, frijoles, maíz, verduras y una pequeña cantidad de carne en sus comidas diarias. Según los expertos, junto con esta dieta saludable, lo que comenta don Dámaso es fundamental en las zonas azules. En Costa Rica se llama plan de vida, una razón para vivir que fomenta una actitud positiva y mantiene a las personas activas. 

Consejos para las nuevas generaciones

A pesar de su edad, don Dámaso aún conserva una excelente memoria. Aunque no recuerda el día exacto en que nació, puede recordar con claridad momentos de su infancia en la península de Nicoya en las décadas de 1920 y 1930.

“Todavía recuerdo algunas cosas”, dice. “El mundo ha cambiado mucho. Cuando yo era joven, los ríos tenían más agua y el sol no calentaba tanto. Podíamos nadar con confianza, acompañados de los peces que abundaban en los ríos”.

“La gente era buena y podíamos confiar el uno en el otro. Me gustaba mucho bailar, y en esa época nos reuníamos en las plazas para bailar y hacer amigos”, comenta.

Es de esperarse que el mundo cambie después de todo un siglo. La península de Nicoya se ha convertido en un destino turístico cada vez más popular gracias a sus reservas naturales, pintorescos pueblos costeros e increíbles lugares para surfear, sin mencionar el hecho de que es una de las pocas zonas azules conocidas del mundo.

Al haber visto a jóvenes visitantes en la península y a sus propios nietos al crecer, don Dámaso también ha presenciado el cambio en las personas y la tecnología, como el auge de las redes sociales y los teléfonos inteligentes. Entonces, ¿tiene algún consejo para las generaciones más jóvenes?

“Tienen que aprender a tomarse la vida con más calma”, dice. “Están en marcha todo el tiempo, con su internet, sus celulares y sus dispositivos modernos. Ya no se detienen a respirar de forma consciente ni a mirar el paisaje. Ya no se juntan con sus amigos y no saben de dónde viene la comida que consumen”.

“¡Se les va la vida y no se dan cuenta! Tienen que aprender a ser más pacientes”, afirma.

Antes de salir de su casa, escuché con atención este consejo y lo guardé en mi corazón. Afuera, en su barrio, pude ver cómo las casas de madera aún albergan hornos de leña y barro, y las mujeres hacen tortillas de maíz sin prisa y con una sonrisa, tal como me dijo don Dámaso.

Lamentablemente, don Dámaso falleció desde la redacción de este artículo. Tenía 103 años.




Sara Jiménez Molina


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