ORGULLO LATINO

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A man sits on the street, drinking coffee outside a colonial building in Colombia

¿Cómo ha cambiado la cultura cafetera colombiana? Le preguntamos a un abuelo para averiguarlo


Tres generaciones de colombianos nos cuentan cómo ha cambiado la cultura del café en el país a lo largo de los años.

Si no fuera por la retrospectiva, nos costaría creer que un sacerdote jesuita, que introdujo de contrabando una planta de café en 1723, provocaría un boom de desarrollo económico para lo que hoy se conoce como Colombia.

Desde entonces, se ha desarrollado toda una cultura en torno al grano que está profundamente arraigada en nuestras identidades. Una cultura que, como todas las demás, ha evolucionado con el tiempo. De estos cambios han sido testigos generaciones de colombianos cuyas vidas están entrelazadas con el grano desde el cultivo hasta la taza.

Reinaldo Perilla, de 62 años, ha estado ligado al café de una u otra forma durante toda su vida. Él cuenta historias de cómo creció en las haciendas cafetaleras jugando bajo la sombra de los árboles.

De niño, su rutina consistía en ir al colegio hasta el mediodía, hacer los deberes y luego recoger cerezas de café. De adolescente, ayudó a cultivar café en la hacienda de su familia, que después se exportaría a Japón y Alemania.

Actualmente, Reinaldo gestiona una hacienda que también cultiva café y participa activamente en todo el ciclo.

Hasta hoy, su bebida preferida es el tinto con panela. Sus recuerdos de décadas anteriores están llenos del aroma de los granos tostados en una cacerola en la estufa y de procesos más artesanales que ahora han dado paso a la maquinaria en aras de la eficiencia.

"No es malo, es un progreso", dice Reinaldo, "pero puede afectar a las pequeñas haciendas".

Esto lo lleva a reflexionar sobre lo que se puede mejorar en el sector: una mayor atención y apoyo a los pequeños productores, la columna vertebral de la economía.

La inflación y el encarecimiento de los insumos han hecho que muchos abandonen el cultivo del café y se dediquen al turismo, explica Reinaldo. Él lo ha comprobado de primera mano en su pueblo natal del Quindío, que "no produce ni el 30 % del café que producía antes".

Taza de café

Cultura de la conciencia

Óscar Daza Bautista hace parte de la tercera generación de caficultores de su familia en el departamento de Santander, municipio de Aratoca. Él cuenta que ha estado dedicado a la producción de café desde su niñez. 

Su abuelo comenzó con el cultivo pero en los años 70 su padre compró la Finca La Pradera. Como los suelos eran semidesérticos, primero tenían que sembrar cultivos transitorios como plátano, yuca, maíz y tabaco.

"Más adelante, en los años 80 empezaron a llegar nuevas teorías de cultivo y capacitaciones por medio del grupo de extensionistas de la Federación Nacional de Cafeteros y hubo un cambio en la modalidad. Es decir, se empezaba con la siembra de cultivos transitorios y cuando terminaban, en ese mismo año, se sembraba el café junto al sombrío", explica. 

"En los años 90, la zona pasó a ser muy atractiva para los proyectos avícolas y se llenó de granjas. Entonces, empezaron a vender material orgánico y, de esa manera, se fue ampliando un poco más la producción. De un cuarto de hectárea pasamos a sembrar dos hectáreas entre los años 90 y 2000".

Cuando llegó el Covid-19 tuvieron que transformarse con maquinaria de última tecnología y con procesos de fermentación. Actualmente, Óscar cuenta que están muy orgullosos de tener una caficultura 100 % sostenible, amigable con el medioambiente y con un componente social muy importante.

¿Cómo ha cambiado la cultura cafetera colombiana? Le preguntamos a un abuelo para averiguar

Una nueva comunidad cafetera

Esteban Cristancho, de 20 años, se mudó a Florida desde Bogotá cuando tenía siete años. Al igual que Reinaldo y Óscar, el café ha impregnado su vida.

Recuerda que creció rodeado de café a todas horas, desde el desayuno hasta la cena. 

Su primer recuerdo de la bebida fue cuando tenía unos cinco años: era amargo y dulce. No fue hasta que estaba en la secundaria y empezó a frecuentar una cafetería de especialidad que se interesó por la bebida.

Ahora, como gerente de Elevation Coffee, afirma que su "vida entera gira en torno al café". Le dio sus amigos, su pareja y su empleo. Por eso, el aspecto comunitario de la industria es lo más importante para él.

Aunque su primera experiencia con el café fue Sello Rojo, hoy en día tiene acceso a varios cafés especiales y lo que más le gusta son los cafés etíopes naturales preparados en V60.

Así como muchos baristas en Estados Unidos, se enfrenta al problema que aqueja a los jóvenes profesionales del café: "no hay muchas oportunidades de crecimiento y es fácil quemarse", señala Esteban.

A pesar de eso, sueña con tener algún día una tienda y poder ayudar a la gente a utilizar el café como medio creativo.

Estos tres colombianos son una pequeña representación de la cultura del café en Colombia, una que está llena de pasión y orgullo por este famoso cultivo, una que se esfuerza por mejorar continuamente, no solo con los granos en sí, sino también como una comunidad que confía en los demás y en la preservación de esta larga tradición.




Luis Rodas


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