Exigen gran habilidad y mucho amor.
Cuando Marta Sánchez piensa en sus primeros recuerdos, dice que los tamales es lo que se destaca.
Sentada, con solo tres años, en la encimera de la cocina de su abuela, todavía puede recordar las imágenes, los sonidos y los olores de su familia preparando tamales durante la temporada navideña.
"Yo no podría hacerlos, por supuesto", dice. "Aunque sabía que todos los olores, el tiempo y la concentración que tomaba significaban que íbamos a comer tamales".
Al igual que Marta, la mayoría de nosotros guardamos recuerdos entrañables de los tamales. Son mucho más que una comida: son un acontecimiento social y familiar. No hay atajos ni soluciones rápidas y, a menudo, exige la participación de toda la familia, ya sea para extenderlos, rellenarlos o envolverlos.
"Es un momento muy especial para reunirse", explica Santos Garza. "Nos reunimos para cenar, todos comparten y es hermoso".
María Icharra coincide y dice que el momento de hacer tamales era un rato de unión familiar en su casa. "Solíamos hacer una línea de montaje. Mi papá ubicaba la masa en la hoja de elote, yo agregaba el relleno y una de mis hermanas los pasaba a la olla".
"Nos reuníamos y hacíamos tamales con la familia entera y hablábamos de nuestro día. Para mí, y para nosotros, es un recuerdo muy hermoso".
Tamales, no galletas
Ya sea para comerlos en el desayuno o en ocasiones especiales, como el Día de la Candelaria, los tamales son un símbolo cultural que nos conecta con nuestras raíces.
A lo largo de los años, sin embargo, hemos visto aparecer innumerables variaciones. Solo en México, encuentras cientos de versiones diferentes, desde tamales de estilo huasteco hasta los de estilo veracruzano.
Como señala Héctor, que reside en Ciudad de México, comparar un tamal con otro es como "comparar el té con el café".
"No hay manera de comparar los tamales guatemaltecos y mexicanos porque no son lo mismo", dice. "Es solo una cuestión de gusto personal. Es como preguntar si nos gusta tomar café o té. Ninguno es mejor, son diferentes".
Estas variantes han hecho que los tamales sean tan importantes. Además de ofrecer la oportunidad de unirse con familia y amigos, encarnan amplitud y diversidad, y merecen ser celebrados en todas sus formas.
"Mientras todos mis amigos comparten galletas y conservas durante las fiestas, yo como tamales", dice Vicky Moreno, experta en comida mexicana.
Un trabajo de amor
Además del relleno, lo que hace que los tamales sean realmente especiales es el envoltorio.
"El envoltorio del tamal es exclusivo de cada cultura", explica Bill Esparza, escritor gastronómico. "Sin importar los productos locales que incorporen y la cocina local de donde vengan, esas son las hojas que se tienen que usar. También, crea una variedad de técnicas culinarias".
Como tal, se pueden usar diferentes hojas para envolver tamales, desde hojas de banano y hojas de maíz hasta hojas de mixiote y de parra, cada una le da al plato un sabor único.
Cuando se trata de envoltorios para tamales, el chef Juan Mondragón prefiere las hojas grandes de banano. Hoy en día, Juan todavía los prepara de la manera que le enseñó su abuela: remoja las hojas durante la noche en agua con una pizca de sal para ablandarlas y facilitar su manejo y un sabor más rico.
"No hay atajos para hacer tamales tradicionales", dice Maríaluisa David, que vive en México. "Estos platos se desarrollaron cuando las cocineras eran en su mayoría mujeres que no tenían las distracciones de las computadoras, los celulares y las telenovelas".
"Cocinar era una expresión creativa que tomaba todo el día. Hacer tamales toma casi todo el día. Hacer algunos cientos de tamales exige la cooperación de toda una familia extendida. Es lo que los hace tan especiales".