ORGULLO LATINO

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A masked luchador performing

La lucha libre: una metáfora de la vida


El deporte está empapado de simbolismo.

Algunos dicen que si nunca has visto una pelea de lucha libre en la Arena México, en Ciudad de México, no has vivido. Aunque yo no exageraría tanto, el sentimiento es cierto.

Desde las máscaras coloridas hasta las personalidades singulares de los luchadores, la lucha libre es mucho más que un deporte.

Ha desempeñado un papel importante en la cultura mexicana desde la década de 1950, cuando adquirió gran popularidad gracias a las historietas y a las películas con nuestros héroes enmascarados.

"El deporte se hizo famoso principalmente por sus luchadores enmascarados, que incorporaron sus tradiciones familiares, creencias y miedos en el diseño de sus máscaras, transformando a una persona común en un personaje audaz", explica Javier Pereda, que estudió el significado cultural de su deporte favorito.

"Integró leyendas y creencias nacionales, y las ubicó en conceptos locales e identificables en el imaginario popular mexicano".

La lucha libre le pone rostro al bien y al mal. Representa valores de la clase trabajadora como la justicia y la honestidad y, como tal, define los estándares culturales y morales de México.

Como periodista, Roberto José Andrade Franco dice: "es en parte deporte y todo drama, es una metáfora de la vida".

A lo largo de los años, la lucha libre se ha convertido en una parte tan importante de nuestras vidas que ha sido reconocida oficialmente por la Unesco como un elemento "intangible" de la cultura y herencia mexicana.

"Es un deporte y un espectáculo pero también una puesta en escena: un juego, una magia, un teatro de la vida con personajes fabulosos dotados de fuerza física y de valores", dijo en su momento Eduardo Vásquez, Secretario de Estado.

"Simboliza la lucha entre el bien y el mal. Es un ritual, un trabajo rudo y tosco que también es un arte de fina ejecución. Es una de las expresiones más arraigadas de la cultura popular urbana en nuestra ciudad y país".

lucha libre

Lo bueno, lo malo y lo exótico

Fue creada por el luchador mexicano Enrique Ugartechea en 1863 y reintroducida al público en 1933 por el "padre de la lucha libre", Salvador Lutteroth González. Lo que hace que un combate de lucha libre sea realmente especial son los luchadores enmascarados.

Desde los técnicos hasta los rudos, los exóticos y los minis, cada personaje es conocido por su máscara especialmente diseñada. Todas ellas, ricas en simbolismo y referencias a la cultura mexicana, incluyendo símbolos aztecas y criaturas míticas.

"La máscara es el accesorio más importante en la lucha libre porque la máscara hace al guerrero", explica Magno, un luchador popular.

El luchador retirado, y ahora gerente de lucha libre, Hugo Savinovich coincide: "nunca vas a encontrar a una mascarada (luchador enmascarado) sin su máscara porque la máscara lo es todo. Es lo que lleva la lucha a otro nivel".

El luchador enmascarado más conocido es, sin duda, El Santo o El Mascarado de Plata.

El Santo usaba su máscara incluso cuando no estaba en el ring y solo se quitó su característica máscara plateada al final de su carrera en 1984. Falleció diez días después y fue enterrado con su máscara. 

Estas máscaras, como señala J. Gonzo, creador de La Mano del Destino, un libro de historietas de luchadores, no se las "pone el luchador para ocultar su identidad sino para revelarla".

Como explica el aficionado a la lucha libre Luis García, "la máscara está estrechamente ligada a lo que identifica al luchador. Simboliza que es un héroe, un villano, un fantasma, un guerrero, un esqueleto, un dios. También, enfatiza las cualidades del luchador: fuerza, astucia, oscuridad, esperanza, religión, etc.".

"Por eso, quitarle la máscara a alguien es un acto sacrílego en la lucha libre. Estás reduciendo a este poderoso héroe mítico a un simple humano. Escuché que en realidad es ilegal hacerlo en combates profesionales a menos que el luchador acepte arriesgar su máscara. Aunque, sinceramente, eso podría ser un mito de la tradición de la lucha libre".

lucha libre

Un deporte para todos

"¿Quién crees que va a salir hoy, papá?", preguntó con entusiasmo Jay Noah López a su papá, de pie junto al ring, recientemente en una noche de pelea. "Espero que Red Viper salga primero".

Minutos después apareció el luchador.

"Sí, sí, sí. ¡Guau, mamá!", gritó Jay.

Aunque él no es el único niño de 10 años emocionado en la multitud. Eso se debe a que gran parte del atractivo de la lucha libre radica, para nosotros, en que es un deporte para toda la familia. Es visto por niños, padres y abuelos, todos participan en la acción. Todos tienen un favorito, como Jay.

"Cuando estás en una película, es tranquilo y relajado", explica Ernesto del Ral. Ernesto, junto a su esposa y sus tres hijos, de cinco a once años, a menudo asiste a las peleas los viernes por la noche.

"Aquí puedes gritar, dar alaridos y sacarte toda la ira. Puedes divertirte y todo eso".

Por eso, los padres eligen predominantemente llevar a sus hijos a peleas de lucha libre, no solo para enseñarles sobre la cultura mexicana sino también porque es una forma divertida de pasar tiempo juntos sin preocuparse por las restricciones.

"Es como un juego. No se lo toman en serio. Es parte del espectáculo", explica Cristina Lamadrid.

Cristina también lleva a su hija a los espectáculos y dice que nunca los ha imitado afuera de las peleas. De hecho, a veces todavía pide permiso antes de gritar durante los espectáculos.

Ella dice que las peleas, en realidad, han fomentado el buen comportamiento y son una buena influencia.

"Todas las semanas, alrededor de los miércoles, mi hija comienza a preguntarme si vamos a la pelea. Ella sabe que, si no limpia su habitación, no puede ir".

"Su habitación siempre está limpia".

Eso es lo que hace que la lucha libre sea tan poderosa: su capacidad para construir una realidad de la que todos queremos formar parte. Es una manera de contar historias, libre de la carga del realismo, que puede transmitir verdades innegables.



 




Sebastián Fuentes


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